Inicio » Palacio Marqueses de Vilueña
Año 1691. Carlos II nombra a Dionisio Ximénez de Urea y Camargo, en este momento Conde de Aranda y Caballero de la Orden militar de Calatrava, Marqués de Vilueña. Es el comienzo a una saga y un título que irá pasando de generación en generación, hasta ir a parar a la familia Carrillo natural de Vinuesa. Por eso en 1764 aquel marqués visontino mandó construir en la villa un palacio de planta rectangular, grandes sillares y digna sobriedad, con la intención de ir a descansar en él. Llama la atención su factura de gran tamaño, la nobleza de sus materiales, una fachada cuya elegancia es poco común en la época: está labrada en sillar blanco y si se busca un poco es posible dar con la piedra más grande que nunca ha sido colocada en una construcción visontina alguna. No en vano ,muchos le llaman simplemente, ‘el Palacio’.
Conocido asimismo como el Palacio de los Valtueña, la edificación tiene, al igual que el resto de casonas serranas, un gran alero de madera que protege de aguaceros y, en días soleados, proyecta su sombra ancha sobre el empedrado. También es típica de la zona su portada, de arco de medio punto de gran dovelaje, decorada esta vez con casetones sobre jambas con pilastras cajeadas.
Arriba, cuatro balcones sobre peanas de piedra, con orejas, rodean un centro presidido por el escudo de armas de los Vilueña. Está dividido en dos apartados muy marcados: en el lado izquierdo puede verse el escudo de los Montenegro de Vinuesa, antepasados de los Carrillo mientras que a la derechaluce el emblema de otros de sus antecesores, los Neyla, junto a cinco calderas de sable. Todo ello se halla envuelto por una bordura con nueve equis, que si estuvieran bien decoradas serían de oro, y las palabras Ave María. Dos leones soportan el conjunto, coronado por un yelmo crestonado de plumas que deja ver la fecha de construcción.
Los siglos se encargarían de dar diferentes usos a este edificio que un día comprara un visontino para regalárselo a la localidad que le vio nacer. Así, ‘el Palacio’ fue una vez Instituto de Formación Profesional, y hoy da albergue a una residencia de ancianos. La calle en la que se encuentra lleva el nombre de aquel hijo de la villa: se llama Andrés Villacieros Carretero.
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